jueves

Acotaciones espirituales: El plan del Creador y la dimensión espiritual del ser humano


ACOTACIONES ESPIRITUALES

1)   EL PLAN DEL CREADOR

¿Cuál es nuestra verdadera identidad? ¿De dónde venimos y adónde vamos, como destino final de la Humanidad? Representa todo lo que todos los hombres y mujeres deberían saber para progresar, espiritualmente, hasta llegar a la plenitud o perfección, en este plano físico, y, de ese modo, poder reunirse o regresar, definitivamente, a su Creador, tras dejar su existencia terrestre y conseguir, por último, transitar el último trecho de su concienciación cósmica y lograr la felicidad eterna con el Padre, a la que todos, sin excepción alguna, estamos destinados, más tarde o más temprano, dependiendo del uso que demos a nuestro libre albedrío y gracias a su Amor infinito.

El Plan de Dios puede dividirse en los capítulos siguientes:
A) Dios es Padre-Madre.
B) La Creación Espiritual.
C) La Creación Material.
D) La Creación del Ser Humano, su Verdadera Naturaleza y su Destino Final.
E) El Rol del Ser Humano en su Experiencia Terrestre.
F) La Evolución Espiritual.
G) El Despertar a la Conciencia Cósmica o Iluminación.
H) Conclusión Final.

Os invito a leer mi libro titulado “El Plan de Dios, Jesucristo y las Religiones” con enlace en este mismo blog (primer texto para ver en la columna de la derecha).

2)  LA DIMENSIÓN ESPIRITUAL DEL SER HUMANO

Para llegar a entender cuál es nuestra dimensión espiritual, habría que comenzar por intentar definir qué o quién es el CREADOR o DIOS, tal como lo llamamos en nuestra cultura occidental. Digamos, simplemente, que es el Origen y el Fin de todo, el Alfa y el Omega de todo cuanto existe, tanto en el plano visible como invisible al ojo humano. En suma, es el Creador del mundo espiritual, así como del universo físico. Es la suprema perfección, con todos los atributos inimaginables, que abarca o impregna toda su Creación y su verdadera naturaleza está constituida por los atributos divinos siguientes: el AMOR, la VERDAD, la LUZ y la LEY UNIVERSAL. Hay que entender que, antes de estar en esta vida como seres humanos, es decir, con una parte física o cuerpo material, que lo debemos a nuestros padres biológicos o genéticos, con nuestro ADN mitocondrial o código molecular, somos, en realidad, espíritus e hijos de DIOS, creados por Él como principio inteligente del universo, simples e ignorantes, antes de la creación material o del universo físico, con el fin de que evolucionemos y nos realicemos, individualmente, mediante nuestro propio esfuerzo y discernimiento intelectual.

Por consiguiente, como espíritus, ya existíamos por su propia naturaleza; es inmortal, o como se suele decir en Física, la materia es una forma de energía, que siempre cambia, pero no puede destruirse. Al estar dotado el ser humano de lo que denominamos “el libre albedrío”, es decir, de la capacidad de discernir entre el bien y el mal, contrariamente a los animales, que ya vienen con una conducta predeterminada, es el espíritu humano quien decide y crea su propio destino. Y así como un alumno puede llegar a repetir el curso escolar, las veces que sean precisas, hasta pasar al grado siguiente, el espíritu que no aprovecha su existencia física en la Tierra o en cualquiera de los numerosos mundos habitados, puede tener que permanecer en ella durante mucho tiempo, conociendo mayores sufrimientos y, de ese modo, retrasar su propia evolución.

Esto es lo que conocemos como “renacimiento o sucesión de vidas” en el universo físico. Sin embargo, no todas las encarnaciones se producen en esta Tierra, ya que existen otros mundos que, desde el punto de vista evolutivo, son superiores o inferiores al que conocemos, aquí y ahora, de tal manera que, cuando hayamos evolucionado lo suficiente, podremos renacer en un planeta de orden espiritual elevado, ya que el mismo universo es infinito.

En otros términos, cuando todos los seres humanos se decidan a practicar la Ley del Amor y reine la fraternidad entre todos, considerándonos absolutamente iguales y parte del Todo o del Creador, entonces, nuestro planeta se convertirá en un mundo regenerado o de categoría moral superior. Cuando renacemos, traemos un plan o proyecto de vida, es decir, una especie de contrato o compromiso adquirido y asumido ante el Espíritu de DIOS y ante nosotros mismos, para reparar el mal causado con anterioridad y practicar el mayor bien posible. Es el mecanismo de la Justicia Divina, que nos explica el por qué de las desigualdades de destinos entre todas las criaturas de la Tierra. Precisamente por este mecanismo del renacimiento, verificamos que DIOS no castiga, precisamente, porque Él es todo AMOR. Somos nosotros los que causamos nuestro propio sufrimiento, al satisfacer sólo nuestro ego inferior y no entregarnos a los demás, que forman parte del Uno, entrando en juego la Ley de Acción y Reacción, Ley de Causa y Efecto, Ley Cósmica o Ley del Karma (que significa “acción” en sánscrito), siendo todas ellas la misma LEY, bajo distintas denominaciones.

Igualmente, debemos aceptar que, realmente, no hay cielo ni infierno, en la forma descrita en las principales religiones del mundo, sino que, en realidad, lo que existe son “estados del alma”, que pueden describirse como “celestiales” o “infernales”, así como espíritus superiores y espíritus inferiores, los cuales se hallan, así mismo, en el camino de la perfección, habiendo tenido todos los espíritus creados por DIOS, exactamente las mismas oportunidades para llegar a ser uno con Él, como no podía ser de otra manera, ya que DIOS es la perfección suprema, sin otorgar privilegios a unos sí y a otros no.

El destino final marcado por el Creador es que los espíritus buenos se hagan mejores y los malos se regeneren. En otras palabras, DIOS no quiere ni permite que ninguno de sus hijos se pierda, indefinidamente, por utilizar, indebidamente, su libre albedrío o centrarse, exclusivamente, en su ego, sin vivir en plena armonía con sus semejantes, lo cual incluye a los animales, y ésta es la suprema voluntad de DIOS.

En una de las lecturas del conocido psíquico Edgar Cayce se menciona lo siguiente: “Tú eres cuerpo, mente y alma”, es decir, eres un individuo tridimensional con una conciencia tridimensional. Así, de la misma manera, DIOS tiene tres facetas o personas: PADRE, HIJO y ESPÍRITU SANTO. Cada uno de ellos es individual, pero, sin embargo, los tres son UNO. Lo mismo acontece con el cuerpo-conciencia: el Cuerpo, la Mente y el Alma. Cada uno de ellos tiene sus atributos, cada uno de ellos tiene sus limitaciones, excepto el alma. Nada puede separar al alma de su origen o fuente, salvo la voluntad de uno mismo, o lo que es decir “su libre albedrío”. Al hilo de lo expuesto, se podría representar al ser espiritual como sigue: A nivel psicológico: Consciente, Subconsciente y Superconsciente. Esto se correspondería, a nivel anímico o espiritual, con la Mente, el Alma y el Espíritu, siendo este último, ni más ni menos, que la misma presencia de DIOS en el ser humano. Así, cuando el ser espiritual pasa del plano espiritual al plano físico y encarna en lo que denominamos “un ser humano de carne y hueso”, su representación toma la forma siguiente a nivel físico: el Cuerpo físico, el Cuerpo astral o etéreo y el Cuerpo espiritual.

Conviene resaltar que sabemos por la Física moderna que la materia no es más que una forma de energía, llamada “localidad”, en tanto que todo cuanto atañe a lo espiritual no es medible, y que, según la Ciencia física, se denomina  “no localidad”. Con ánimo de aclarar más los conceptos de “localidad” y “no localidad”, puede decirse, que se sabe que la luz viaja a través del espacio y requiere un determinado tiempo para que otros objetos del universo puedan ser observados (localidad), habiéndose demostrado, según los científicos, de forma empírica o mediante experimentos realizados por físicos, en laboratorio, que los fotones se comportan con inteligencia, lo que parece darnos a entender que, tras todo ello, subyace la misma presencia de DIOS.


Por otra parte, en la vida del espíritu sus atributos son a-temporales y a-espaciales, y, por consiguiente, un pensamiento, por ejemplo, puede captarse de un lugar a otro muy lejano, instantáneamente, sin tener que recorrer el espacio (no localidad). 

No hay comentarios:

Publicar un comentario