RESUMEN DE LA ENSEÑANZA DEL
MOVIMIENTO ESPIRITUAL:
A) DIOS. B) EL ESPÍRITU. C) EL
LIBRE ALBEDRÍO. D) EL ALMA HUMANA. E) EL INTERVALO DE EXISTENCIAS TERRENALES.
F) EL KARMA. G) LAS SUCESIVAS ENCARNACIONES. H) LAS DESGRACIAS HUMANAS. I) EL
OBJETIVO DEL MOVIMIENTO ESPIRITUAL. J) LA ORACIÓN. K) LAS PRUEBAS DE LA VIDA Y
L) LA CARIDAD Y LA SALVACIÓN.
a)
DIOS
DIOS es la inteligencia suprema,
causa primera de todas las cosas. Es eterno, único, inmaterial, inmutable,
todopoderoso, soberanamente justo y bueno. Además, debe ser infinito en todas
sus perfecciones, porque, si fuera imperfecto uno solo de sus atributos, no
sería ya DIOS.
DIOS creó la materia que constituye
los mundos; creó también a seres inteligentes que llamamos “espíritus”,
encargados de administrar los mundos materiales, según las Leyes inmutables de
la creación y que son perfectibles, por su naturaleza, y al ir perfeccionándose
dichos espíritus, se van aproximando a la Divinidad.
b)
EL ESPÍRITU
El espíritu, propiamente dicho, es
el principio inteligente; desconocemos su naturaleza; para nosotros, es
inmaterial, porque no tiene ninguna analogía con lo que llamamos “la materia”.
Los espíritus son seres
individuales; tienen un envoltorio etéreo, imponderable llamado “peri
espíritu”, especie de cuerpo fluídico del tipo de la forma humana. Ellos
pueblan los espacios, que recorren con la rapidez del relámpago y constituyen
el mundo invisible.
El origen y forma de en que se
crearon los espíritus nos son desconocidos; sólo sabemos que fueron creados
simples e ignorantes, es decir, sin ciencia y sin conocimiento del bien y del
mal, pero, con igual aptitud para todo, porque DIOS, en su justicia, no podía
eximir a unos del trabajo que hubiera impuesto a los otros para llegar a la
perfección, estando, en el principio, en una especie de infancia, sin voluntad
propia y sin conciencia perfecta de su existencia.
c)
EL LIBRE ALBEDRÍO
El libre albedrío se desarrolla en
los espíritus al mismo tiempo que las ideas y DIOS les dice: “Todos podéis aspirar a la felicidad
suprema, cuando hayáis adquirido los conocimientos que os faltan y se haya
cumplido la tarea que os impongo. Trabajad, pues, para vuestro adelanto; ese es
el objetivo: lo alcanzaréis obedeciendo las leyes que he grabado en vuestra
conciencia”.
A consecuencia de su libre albedrío,
unos toman el camino más corto, que es el del bien y otros el más largo, que es
el del mal, pero DIOS no creó el mal, sino que estableció Leyes, que son
siempre buenas, porque Él es soberanamente bueno; aquél que las observara
fielmente sería perfectamente feliz, pero los espíritus, teniendo su libre
albedrío, no siempre las observaban y el mal surgió como consecuencia de su
desobediencia y, por ello, se puede afirmar que el bien es todo lo que está
conforme a la Ley de DIOS y el mal es todo aquello que es contrario a dicha
Ley.
Con objeto de participar, en calidad
de agentes del poder divino, en la obra de los mundos materiales, los espíritus
se revisten, temporalmente, de un cuerpo material o físico y mediante el
trabajo que su existencia corpórea requiere, perfeccionan su inteligencia y
adquieren, obedeciendo la Ley de DIOS, los méritos que deberán conducirlos a la
felicidad eterna.
En principio, la encarnación no es
impuesta al espíritu como castigo, sino que es necesaria para su desarrollo y
cumplimiento de las obras de DIOS, de manera que todos deben soportarlas, ya
tomen el camino del bien o el del mal. Sólo aquéllos que siguen la ruta del
bien avanzan más rápidamente, tardando menos en alcanzar el objetivo, llegando
a él en las debidas condiciones.
Por último, conviene explicar que
los espíritus encarnados constituyen la humanidad, que no está circunscrita
sólo a la Tierra, sino que pueblan todos los mundos habitables diseminados por
todo el espacio del universo material.
d)
EL ALMA HUMANA
El alma del hombre es un espíritu
encarnado. Para secundar a los hombres en el cumplimiento de su tarea, DIOS les
dio, como auxiliares, a los animales, que les son sumisos y cuya inteligencia y
carácter son proporcionales a sus necesidades.
El perfeccionamiento del espíritu es
fruto de su propio esfuerzo, no pudiendo, en una sola existencia corpórea,
adquirir todas las cualidades morales e intelectuales que deben conducirlo al
objetivo, sino que lo alcanza mediante una sucesión de existencias terrenales,
en cada una de las cuales da algunos pasos adelante en el camino del progreso.
En cada existencia corporal el
espíritu debe llevar a cabo una labor en proporción a su grado de desarrollo o
evolución; cuanto más ruda y trabajosa sea, tanto mayor será el mérito en cumplirla.
De esta manera, cada existencia es una prueba que lo acerca al objetivo, siendo
el número de esas existencias indeterminado, ya que depende de la voluntad del
espíritu el abreviar, tanto la duración como el número de estancias terrenales,
esforzándose, activamente, en su perfeccionamiento moral.
Del mismo modo que depende de la
voluntad del obrero, que debe entregar un trabajo, el disminuir la cantidad de
días que emplea en hacerlo, así, cuando una existencia es mal empleada y sin
provecho para el espíritu, éste deberá comenzarla en condiciones más o menos
penosas, debido a su negligencia y mala voluntad. De igual manera, en la vida
uno se puede ver obligado a hacer al día siguiente lo que no se hizo en la
víspera o bien obligarse a rehacer lo que se hizo mal.
La
vida espiritual es la vida normal del espíritu y es eterna e
indestructible, mientras que la vida física o corpórea es transitoria y
pasajera y, por tanto, no constituye más que un solo instante, dentro de la eternidad.
e)
EL INTERVALO DE EXISTENCIAS TERRENALES
En el intervalo de sus existencias
corpóreas, el espíritu está errante. Lo que es errático sólo puede tener una
duración determinada; en ese estado, el espíritu es feliz o infeliz, según el
buen empleo o mal empleo que haya hecho en su última existencia. Estudia las
causas que apresuraron o retardaron su adelanto evolutivo; toma las
resoluciones que procurará poner en práctica en su próxima encarnación y elige,
él mismo, las pruebas que cree más apropiadas para su propia evolución
espiritual, aunque, en algunas ocasiones, se equivoca o sucumbe, porque no
mantiene, como persona humana, las decisiones que había tomado como espíritu.
El espíritu culpable es castigado
con sufrimientos morales en el mundo de los espíritus y con penas físicas en la
vida corpórea. Sus aflicciones son consecuencia de sus faltas o infracciones de
la Ley de DIOS. De esta manera, constituyen, a la vez, una expiación del pasado
y una prueba para el porvenir; así es como el orgulloso puede tener una existencia
de humillaciones, el tirano una de servidumbre y el mal rico una de miseria.
Existen muchos mundos apropiados a
los diferentes grados de adelanto o evolución de los espíritus y la existencia
corporal o física, en ellos, se encuentra en condiciones muy diferentes. Cuanto
menos avanzado sea el espíritu, tanto más pesado y material o denso es el
cuerpo con el que se reviste y, a medida que se purifica, pasa a mundos
superiores, tanto moralmente como físicamente.
La Tierra no es el primero ni el
último, pero, sí es uno de los más atrasados de los mundos habitados por seres
humanos. Los espíritus culpables están encarnados en los mundos menos
avanzados, donde expían sus faltas a través de las tribulaciones de la vida
material o física. Esos mundos son para ellos verdaderos purgatorios, pero
depende sólo de ellos el poder salir de los mismos, trabajando por su
perfeccionamiento moral, siendo la Tierra uno de esos mundos.
Toda vez que DIOS es soberanamente
justo y bueno, no condena a sus criaturas a castigos perpetuos o eternos por
faltas transitorias o temporales, sino que les ofrece, en todo momento, medios
para progresar y reparar el mal que pudieron hacer en vidas anteriores.
DIOS perdona, pero exige el
arrepentimiento, la reparación y el retorno al bien, de manera que la duración
del castigo es proporcional a la persistencia del espíritu en el mal. Por lo
tanto, el castigo podría llegar a ser eterno para aquél que permaneciera,
eternamente, en el mal camino, pero, desde que la claridad del arrepentimiento
entra en el corazón del culpable, DIOS extiende sobre él su misericordia, de
manera que la eternidad de las penas debe ser entendida en sentido relativo y
no en sentido absoluto.
f)
EL KARMA
Los espíritus, al encarnarse, llevan
consigo lo que adquirieron en sus existencias anteriores (llamado “karma” = acción, en sánscrito),
constituyendo esto la razón por la cual los hombres muestran, instintivamente,
aptitudes especiales, inclinaciones buenas o malas, que parecen innatas en
ellos. Las malas tendencias naturales son restos de las imperfecciones del
espíritu y de las cuales no está enteramente despojado. También son indicios de
las faltas que cometió y el verdadero pecado original.
En cada existencia se debe limpiar
de algunas impurezas. El olvido de las existencias anteriores es un beneficio
de DIOS, que, en su bondad, ha querido ahorrar al hombre los recuerdos, con
frecuencia, penosos.
En cada nueva existencia, el hombre
es lo que ha hecho de sí mismo; es para él un nuevo punto de partida y conoce
sus defectos actuales; sabe que esos defectos son la consecuencia de de
aquéllos que tenía y de ello concluye el mal que pudo cometer y eso le basta
para trabajar, a fin de corregirse. Si, antaño, adolecía de defectos que ya no
posee, no tendrá que preocuparse de ellos, ya que bastante tiene con sus
imperfecciones presentes.
Si el alma no hubiera vivido antes,
habría sido creada al mismo tiempo que su cuerpo físico. Admitiendo esta
suposición, no puede tener ninguna relación con aquéllas que la precedieron y,
entonces, se preguntará cómo es que DIOS, que es, por naturaleza, soberanamente
justo y bueno, puede haberla hecho responsable de la falta del padre del género
humano, manchándola con un pecado original que no cometió.
Si, en cambio, afirmamos que el alma
trae consigo, al nacer, el germen de las imperfecciones de sus existencias
anteriores; que sufre, en la existencia actual, las consecuencias de sus faltas
pasadas, se da al pecado original una explicación lógica, que cada uno puede
comprender y admitir, porque el alma no es responsable más que de sus propias
obras.
La diversidad de las aptitudes
innatas, morales e intelectuales son la prueba de que el alma ya vivió; si
hubiese sido creada, simultáneamente, con el cuerpo actual, no estaría de
acuerdo con la bondad de DIOS hacer a unas más avanzadas o evolucionadas que
otras.
¿Por qué, entonces, los salvajes y
los hombres civilizados, los buenos y los malos, los tontos y las personas
ingeniosas? Diciendo que unos han vivido y han adquirido más que los otros, todo
se explica, claramente. Si la existencia actual fuera la única y ella sola
debiera decidir el futuro del alma para la eternidad, ¿cuál sería la suerte de
los niños que mueren a tierna edad? No habiendo hecho ni bien ni mal, no
merecen ni recompensas ni castigos.
Siguiendo la parábola de Jesucristo,
según la cual cada uno es recompensado según sus obras, no tendrían esas
tiernas criaturas, que mueren prematuramente, derecho a la felicidad perfecta
de los ángeles, no mereciendo verse privadas de ella. En cambio, afirmar que
podrán cumplir, en otras existencias, lo que no pudieron hacer en esa vida tan corta,
hará que todo sea perfecto y sin excepciones.
g)
LAS SUCESIVAS
ENCARNACIONES
Al hilo de lo expuesto en el
apartado anterior y por el mismo motivo, ¿cuál sería la suerte de los cretinos
y de los idiotas? Al no tener ninguna conciencia del bien y del mal, no tienen
ninguna responsabilidad de sus actos. ¿Sería DIOS justo y bueno, habiendo
creado almas estúpidas, para someterlas a una existencia miserable y sin
ninguna compensación? Por ello, debe admitirse que el alma del cretino y del
idiota es una espíritu en castigo, en un cuerpo incapacitado para transmitir su
pensamiento, donde está como un hombre muy aprisionado por lazos y, de ese
modo, no habrán nada que no esté conforme con la justicia de DIOS.
En las sucesivas encarnaciones, el
espíritu se va despojando, poco a poco, de sus impurezas y perfeccionándose
mediante el trabajo, llegando así al final de sus existencias corpóreas o
físicas, perteneciendo, entonces, a la Orden de los espíritus puros o de los
ángeles y goza, al mismo tiempo, de la vida completa de DIOS, así como de una
felicidad plena, para toda la eternidad.
Estando los hombres en expiación en
la Tierra, DIOS, que es un buen Padre, no los dejó entregados a sí mismos, sin
guías. Para ello, cuentan con sus espíritus protectores o ángeles guardianes,
que velan por ellos y se esfuerzan por conducirlos por el buen camino; además,
tienen a los espíritus superiores encarnados, de cuando en cuando, para
iluminar el camino con sus obras y hacer avanzar a la humanidad.
Además de haber grabado DIOS su Ley
en su conciencia, la llegó a formular de una manera explícita, 1º) a través de
Moisés, cuyas leyes eran apropiadas a los hombres de su tiempo, hablándoles,
únicamente, de la vida terrestre, de penas y recompensas temporales, y 2º) Vino
a continuación, Jesucristo, con el propósito de completar las leyes de Moisés
mediante una enseñanza más elevada, hablando de la pluralidad de existencias
(según los Evangelios de Mateo, Cap. XVII, v. 10 y ss. Y Juan, Cap. III v.2 y
ss.), la vida espiritual, las penas y las recompensas morales. Es decir, Moisés
les condujo a los hombres por el temor y Jesús el Cristo lo hizo mediante el
amor y la caridad.
El movimiento espiritual expone, en
términos claros e inequívocos, lo que Cristo expresó en parábolas; explica las
verdades desconocidas o falsamente interpretadas; revela la existencia del
mundo invisible o de los espíritus e inicia al hombre en los misterios de la
vida futura y viene a combatir el materialismo, que es una sublevación contra
el poder de DIOS.
En definitiva, Cristo vino a
establecer, entre los hombres, el reino de la caridad y de la solidaridad, de
manera que si Moisés labró, Cristo sembró y el movimiento espiritual viene
ahora a cosechar.
El movimiento espiritual no es una
luz nueva, sino una luz más brillante, porque surge de todos los puntos del
globo, a través de la voz de todos aquéllos que vivieron con anterioridad,
haciendo evidente lo que estaba oscuro, poniendo fin a las interpretaciones
erróneas y reuniendo a los hombres en una creencia común, puesto que no hay
sino un solo DIOS y su Ley es para todos, marcando la era de los tiempos
profetizados por Cristo y los profetas.
h)
LAS DESGRACIAS HUMANAS
Los males que afligen a los hombres
en la Tierra tienen su causa en el orgullo, el egoísmo y las malas pasiones.
Continuando con sus vicios los hombres se hacen, recíprocamente, desdichados y
se castigan los unos a los otros. Que la caridad y la humildad sustituyan al
egoísmo y al orgullo, y entonces, no procurarán perjudicarse nunca más, los
unos a los otros, respetando los derechos de cada uno, y, con ello, haciendo
reinar, entre ellos, la concordia y la justicia. Pero, ¿cómo destruir el
egoísmo y el orgullo, que parecen innatos en el corazón de los hombres? El
egoísmo y el orgullo están en el corazón de los hombres porque éstos son
espíritus que siguieron, desde el principio, el camino del mal, por lo que fueron
exiliados a la Tierra, en castigo por esos mismos vicios. Ahí está,
precisamente, su pecado original, del cual muchos no se despojaron.
Mediante el movimiento espiritual,
DIOS viene a hacer una última llamada a la práctica de la Ley enseñada por
Cristo, esto es, la Ley del Amor y la Caridad. Como la Tierra ha llegado a la
época señalada para convertirse en una morada de felicidad y de paz, DIOS no
quiere que los malos espíritus encarnados continúen en ella para llevar la
perturbación a los buenos; por ello, deberán desaparecer.
Estos seres humanos o espíritus
encarnados irán a expiar su endurecimiento
en mundos menos avanzados, donde trabajarán, de nuevo, para su
perfeccionamiento, en una serie de existencias más infelices y más penosas aún
que en la Tierra y formarán, en esos mundos, una nueva raza esclarecida y cuya
tarea será la de hacer progresar a los seres atrasados que los habitan, con la
ayuda de los conocimientos adquiridos.
No saldrán de allí para ir a un
mundo mejor más que cuando se lo merezcan y continuarán así hasta que alcancen
la purificación completa. Si la Tierra era para ellos un purgatorio, esos
mundos serán su infierno, pero un infierno en el que la esperanza jamás estará
excluida. En tanto la generación proscrita está por desaparecer rápidamente,
una nueva generación está surgiendo, cuyas creencias están fundadas en el Movimiento
Espiritual Cristiano (MEC), asistiendo así a ese preludio de la renovación
moral, cuyo advenimiento lo viene anunciando el movimiento espiritual presente.
i)
EL OBJETIVO DEL MOVIMIENTO ESPIRITUAL
El objetivo esencial del movimiento
espiritual es el de lograr la mejora de los hombres. No es necesario procurar
más que lo que puede ayudar al progreso moral e intelectual. El verdadero
creyente espiritual no es aquél que cree en las manifestaciones del espíritu,
sino aquél que aprovecha las enseñanzas del movimiento espiritual, pues, de
nada sirve creer, si dicha creencia no le hace dar un paso al frente, en el
camino del progreso y no le hace mejor para con su prójimo.
El egoísmo, el orgullo, la vanidad,
la ambición, la codicia, el odio, la envidia, los celos y la maledicencia son
para el alma hierbas venenosas, de las cuales es preciso arrancar, cada día,
alguna mata, existiendo como antídoto la caridad y la humildad.
La creencia en el movimiento
espiritual no es aprovechable, sino en aquél de quien se puede afirmar: hoy soy
mejor que ayer. La importancia que el hombre le da a los bienes temporales está
en razón inversa a su fe en la vida espiritual. Es la duda sobre el futuro lo
que le lleva a procurar sus alegrías en este mundo, satisfaciendo sus pasiones,
e incluso a expensas de su prójimo.
Las aflicciones en la Tierra son los
remedios del alma, pues ellas la salvan para el futuro, como una operación
quirúrgica dolorosa salva la vida de un enfermo y le devuelve la salud. Por
eso, dijo Cristo: “Bienaventurados los
afligidos, porque ellos serán consolados”. Es natural la desesperación en
aquél que cree que todo acaba con la vida del cuerpo físico, pero carece de
sentido en aquél otro que tiene fe en el porvenir. El hombre, con frecuencia,
es el artífice de su propia desgracia en este mundo; así pues, que se remonte a
la fuente de sus infortunios y verá que son, para la mayoría, el resultado de
su imprevisión y su orgullo, infringiendo, con ello, la Ley de DIOS.
La plegaria es un acto de adoración.
Orar a DIOS es pensar en Él, acercársele, ponerse en comunicación con Él, de
manera que aquél que reza con fervor y confianza es más fuerte contra las
tentaciones del mal y DIOS le envía a las buenas almas para ayudarle. Es una
ayuda que jamás le es negada cuando ha sido pedido con sinceridad.
j)
La oración
Lo esencial no es orar mucho, sino
orar bien. Ciertas personas creen que todo el mérito está en el tamaño de la
oración, en tanto cierran los ojos antes sus propios defectos. La plegaria es
para ellas una ocupación, un empleo del tiempo, pero no un estudio de sí
mismas. Aquél que pide a DIOS el perdón de sus faltas no lo obtiene más que
cambiando de conducta. Las buenas acciones son la mejor de las plegarias,
porque los actos valen más que las palabras.
La oración es recomendada por todas
las almas buenas y también es pedida por todas las almas imperfectas, como un
medio de aliviar sus sufrimientos. La oración no puede cambiar los decretos de
la Providencia, pero viendo a las almas que sufren, si nos interesamos por
ellas, se sienten menos desamparadas y no son tan infelices, aumentando su
valor o coraje, a la vez que las excita el deseo de elevarse por el
arrepentimiento y la reparación, apartándolas de la idea del mal.
En este sentido, puede, no sólo
aliviar, sino abreviar sus sufrimientos o padecimientos. Que cada cual rece
según sus convicciones y de la manera que crea más conveniente, porque la forma
no significa nada y el pensamiento lo es todo. La sinceridad y la pureza de
intención son esenciales y un buen pensamiento vale más que numerosas palabras, que se asemejan
al ruido de cualquier objeto, del que está ausente, por completo, el corazón.
k)
Las pruebas de la vida
DIOS ha hecho hombres fuertes y
poderosos para que sean el sostén de los débiles; el fuerte que oprime al débil
es maldito para DIOS y, a menudo, recibe, por ello, su castigo en esta misma
vida, aparte de lo que le sucederá en el porvenir.
La fortuna es un depósito cuyo
poseedor es sólo su usufructuario, puesto que no se la lleva consigo a la tumba
y deberá rendir severa cuenta del uso que haya hecho de ella.
La fortuna es una prueba más difícil
que la miseria, porque es una tentación para el abuso y los excesos y es más
difícil ser moderado que ser resignado. El ambicioso que triunfa y el rico que
se harta de gozos materiales son más dignos de lástima que de envidia, porque
es necesario ver el resultado final que les espera.
El movimiento espiritual, a través
de los terribles ejemplos que dan aquellas almas que han vivido y que vuelven
para revelarnos su suerte, nos muestra la verdad de esta sentencia de Cristo: “Cualquiera que se enaltece, será humillado y
el que se humilla será enaltecido”. La
caridad es la Ley suprema de Cristo, que nos dice lo siguiente: “Amaos los unos a los otros como hermanos;
amad a vuestro prójimo como a vosotros mismos; perdonad a vuestros enemigos; no
hagáis a los demás lo que no quisieseis que os hicieran a vosotros”. Todo
esto se resume en una sola palabra, CARIDAD.
l)
La caridad y la salvación
La caridad no consiste sólo en dar
limosnas, porque hay caridad en los
pensamientos, las palabras y las acciones. La caridad en los pensamientos
es aquélla que es indulgente con las faltas del prójimo; la caridad en las
palabras es la que no dice nada que pueda perjudicar al prójimo y la caridad en
las acciones es la que asiste o ayuda al prójimo en la medida de sus fuerzas.
El pobre que comparte su mendrugo de
pan con uno más pobre que él es más caritativo y tiene más mérito, a los ojos
de DIOS, que aquél que da parte de lo que le sobra, sin privarse de nada en
absoluto. Quien alberga contra su prójimo sentimientos de animosidad, de odio,
de celos y de rencor no es caritativo, pues miente si se dice cristiano y
ofende a DIOS.
Los hombres de todas las clases,
sectas y colores son hermanos, porque DIOS los llama a todos hacia Él. Por
consiguiente, debéis extender la mano, cualquiera que sea vuestra manera de
adorarlo y no os arrojéis anatemas, los unos a los otros, porque los anatemas
son una violación de la Ley de la Caridad, proclamada por Cristo.
Con el egoísmo, los hombres están en
lucha perpetua; con la caridad estarán en paz. Haciendo de ella la base de sus
instituciones, sólo la caridad puede, pues, asegurar su felicidad en este mundo,
ya que, según las propias palabras de Cristo, sólo ella puede, también,
asegurar su felicidad futura, porque encierra, implícitamente, todas las
virtudes que pueden conducirles a la perfección.
Con la verdadera caridad, tal como
Cristo la enseñó y la practicó, no habrá más egoísmo, orgullo, odio, celos o
maledicencias ni habrá más apego desmesurado a los bienes de este mundo.
Por todo ello, el Movimiento
Espiritual Cristiano (MEC) tiene por
máxima lo siguiente: FUERA DE LA CARIDAD NO HAY POSIBILIDAD DE SALVACIÓN O
RESURRECCIÓN.
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