LAS ETAPAS DEL CAMINO INTERIOR
SEGÚN EL BUDISMO: 1. ETAPA DEL ORDEN. 2. ETAPA DE LA VOLUNTAD. 3. ETAPA DE LA
SABIDURÍA. Y 4. ETAPA DE LA SERIEDAD.
INTRODUCCIÓN.-
Antes de introducirnos en las etapas del
camino interior para el desarrollo de los atributos de DIOS en el ser humano,
es esencial conocer que estamos en la Tierra para volver a ser divinos. Cristo
nos enseña, en nuestros días, el sendero que conduce, directamente, hacia DIOS,
el camino de la purificación y del ennoblecimiento, el camino hacia la
consciencia cósmica y hacia la unidad consciente con DIOS.
Por ello, nos puede entender en todo
y ayudarnos en nuestro propio desarrollo, es decir, en nuestro camino hacia el
Hogar celestial eterno. A través de la consciencia espiritual desarrollada,
recibimos instrucciones prácticas en las etapas del Orden, la Voluntad, la Sabiduría
y la Seriedad, es decir, sobre cómo podemos realizar el saber
espiritual profundo que el Espíritu de DIOS nos ha manifestado en nuestra vida
diaria y, de ese modo, liberarnos del lastre del yo humano.
Etapa del Orden.- En esta etapa debemos aprender a ordenar nuestros pensamientos, a
refrenar las palabras y a ennoblecer los sentidos, volviéndolos hacia el
interior. El valor que aquí prevalece es: ¡reconócete a ti mismo! Esto
significa que debemos reconocer y superar todas las debilidades, inclinaciones,
ataduras, opiniones y conceptos, entregándolos a Cristo y no volviendo a hacer
lo negativo que hemos reconocido como tal. No con fanatismo, sino por amor a
DIOS, combatimos el yo humano, nuestros defectos y nuestro egoísmo. A través
del arrepentimiento, del perdonar, del pedir perdón y de la fuerza
transformadora de Cristo, nos volvemos, paso a paso, libres para una vida en
paz con nuestro prójimo.
Si ya hemos purificado una buena
parte de nuestras cargas más considerables (karma), con la fuerza
transformadora de Cristo, avanzaremos, entonces, de forma más suave y alegre,
por el camino hacia DIOS, hacia nuestro Padre celestial, para reconocer y deshacernos
de más cosas humanas.
En la segunda Etapa del camino
interno, la de la Voluntad, nos volvemos más sensitivos y permeables para
las fuerzas espirituales. Nuestra consciencia reacciona con más intensidad. Nos
hace reconocer los diversos aspectos de nuestra voluntad personal, del yo
pequeño, inferior. Así le es posible al Señor hacer que, a través de nuestras
sensaciones, sintamos, cada vez más, cuál es su voluntad: entonces, no somos
nosotros los que actuamos, sino que es DIOS quien actúa a través de nosotros y
gracias a ello, aprendemos la concentración correcta, en el sentido de la
Voluntad divina. Mediante el auto-reconocimiento y la realización de las leyes
eternas, el alma del hombre puede madurar, espiritualmente, hacia el
cristianismo de acción.
Si hemos superado las etapas del
Orden y de la Voluntad, habiendo ya alcanzado dominio sobre nuestra parte
humana, nos habremos liberado, en gran medida, de las cadenas de nuestro
egoísmo y nuestro horizonte espiritual se habrá ampliado, haciéndose en nosotros
la claridad y el silencio. De ese modo, estaremos preparados para la tercera
etapa básica del camino interior, que es la Sabiduría.
Las enseñanzas, en la tercera
Etapa de la Sabiduría, están orientadas a seguir desarrollando nuestra
consciencia espiritual. En esta etapa de la acción, DIOS quiere actuar, cada
vez más, a través del ser humano altruista. Quien está convirtiéndose en
místico, mediante la realización de las leyes divinas, se abre a la vida
interior, de manera que puede ser conducido, cada vez más claramente, por la
consciencia del Espíritu y Consejero interior. El sabio puede, entonces, dar,
legítimamente, desde su consciencia espiritual desarrollada y, por
consiguiente, ser un verdadero ayudante y servidor de la humanidad. Debido a su
propia experiencia, las personas sabias tienen, cada vez, más comprensión hacia
sus semejantes. Como ya, apenas, valoran o juzgan, pueden ver a su prójimo tal
como es y no sólo como aparenta ser. Así, en esta etapa de la Sabiduría, y
mediante la realización de las leyes eternas, continúa el proceso de maduración
para el alma humana. El hombre que aspira a llegar a DIOS, que se orienta hacia lo más elevado, llega a cumplir
en sí mismo el verdadero amor desinteresado, despertando, cada vez más, en él,
la consciencia divina, en tanto en cuanto va desarrollando su consciencia
espiritual.
En la cuarta Etapa de la Seriedad
se muestran los frutos del cumplimiento que trae la plenitud en una vida en el
Espíritu de DIOS, al servicio de la humanidad. El hombre firme, soberano y de
forma de pensar y actuar impersonal, clara y recta, está, en gran medida, libre
de deseos acuciantes, de inquietudes y de querer para sí mismo. Orientado por
completo hacia lo divino, hacia el Yo Soy eterno, recibe de allí impulsos para
su vida. Capta lo esencial en todo, ve lo positivo y se basa en ello
reconociendo lo legítimo y aplicándolo.
Así, DIOS, la Ley, puede obrar, cada
vez más, a través de este servidor de la humanidad y el hombre del Espíritu se
convierte, de ese modo, en co-edificador o co-creador del Reino de DIOS en la
Tierra, liberando, al mismo tiempo, de los restos de programas humanos aún
existentes en él, mediante una vida consciente en la auto-vigilancia,
liberándose de la rueda de la reencarnación o vidas sucesivas.
Si hemos desarrollado nuestra
consciencia en etapa de la Seriedad, si
hemos madurado en el espíritu del amor altruista, que está al servicio
de los demás y hemos desarrollado la consciencia divina en nosotros, entonces,
recibiremos de Cristo la unción divina. Nuestro Hermano divino mismo nos guará
a través de nuestro ser interior luminoso hacia la perfección y hacia el
corazón de nuestro Padre eterno. Este regalo se le ofrece a toda persona de
buena voluntad que desee recorrer este sendero místico del amor hacia DIOS.
Cada uno de nosotros puede decidir
libremente, pero hay que hacerlo, verdaderamente, y, entonces, emprenderemos
este camino de todo corazón, por amor a DIOS, ya que estamos aquí y ahora en la
Tierra para volver a ser divinos.
A continuación se desarrolla cada
una de las Etapas arriba enunciadas:
1.
ETAPA DEL ORDEN
Quien en esta Etapa haya llegado a
tener sus pensamientos, en gran medida, bajo control, también habrá podido y
puede tener dominio, en gran medida, sobre sus sentidos. Aquel que, bajo la
formación de la etapa del Orden, haya conseguido y quiera refrenar sus
palabras, ya es un pequeño maestro de su propio yo.
El que, en esta etapa, haya podido
dejar atrás su pasado, todo lo que ocupa, una y otra vez, al hombre, pudiéndolo
entregar, enteramente, al Eterno, habrá crecido de verdad y estará preparado
para pasar a la siguiente etapa de la Voluntad. Si ahora deseas pasar a la
etapa siguiente, es decir, a la de la Voluntad, puedes examinarte a ti mismo, a
través de los preguntas siguientes, si, realmente, has construido ya el
fundamento necesario de la etapa del Orden:
¿Has conseguido en esta etapa
mantener bajo control, en gran medida, tus pensamientos, refrenar tus palabras
y tener dominio sobre tus sentidos? Ordenar los pensamientos y orientarlos
hacia la meta espiritual, que es DIOS, sólo le es posible a aquél que ama más a
DIOS, su Padre, que a este mundo, más que a mí mismo y más que a su forma de
pensar y de querer. Quien, aún, hace válidas, para sí mismo, considerables
aspiraciones de este mundo; quien, por consiguiente, hace girar sus
pensamientos alrededor de sus propios asuntos, queriendo poseer esto y lo otro,
o queriendo, aún, ser y aparentar tal o cual cosa, todavía no ha desarrollado
el corazón libre para el camino interior.
¿Has podido purificar tu pasado, de
manera que ya sólo permanezca como recuerdo en tu propia consciencia? El que
vive en su pasado no puede superar aquello que, cada día, viene hacia él. No
alcanzará, entonces, el dominio sobre su vida, sino que será vencido por su yo
inferior humano.
¿Has conseguido entregar, en gran
medida, los aspectos egocéntricos, el yo, el mío y el para mí? Sólo entonces
puedes aprender a concentrarte para salir airoso en esta etapa de la Voluntad.
En ella aprendes a reconocerte y a dominarte cada vez más y a través d ello,
llegas a ser sensitivo y más permeable para las fuerzas espirituales. Tu
conciencia reacciona más intensamente, ya que la luz de Cristo se vuelve más
clara en ti en esta etapa. Quien recorre, concienzudamente, el sendero del
amor, reconocerá y sentirá muy pronto lo que es su voluntad, sus deseos
humanos, es decirla voluntad personal y lo que es la Voluntad divina, esto es,
la Voluntad impersonal.
En el escuela de la Voluntad, el
querer del hombre debe entregarse, cada vez más, al Eterno: no somos nosotros
los que, en realidad, estamos actuando, sino que es el propio DIOS, quien actúa
a través nuestro. De esta forma, aprendemos la concentración correcta en el
sentido de la Voluntad divina.
2.
ETAPA DE LA
VOLUNTAD
Consiste en haber podido ordenar, en
gran medida y, sobre todo, en lo relativo a su prójimo, sus pensamientos, sin
mantener ideas inferiores contra éste, es decir, es necesario no mantener la
discordia, el odio o la envidia y no cavilar sobre sus propios problemas,
dejando atrás el pasado, sin remover, una y otra vez, las cosas del presente.
Si mantenemos pensamientos impuros, si seguimos con dudas, si nuestro pasado no
está subsanado, es decir, si aún está activo en nuestros pensamientos, éstos
atraerán, continuamente, otros pensamientos parecidos, o sea, energías
parecidas, que luego nos influirán, aún más. En ese caso, no nos es posible
reconocer la Voluntad de DIOS y, por consiguiente, tampoco podremos cumplirla.
Puedes refrenar tus palabras, no
hablar de cosas sin importancia, no hablar de forma diferente acerca de lo que
piensas y sientes, y, entonces, habrás alcanzado, en gran medida, el dominio de
tus sentidos.
Quien desee pasar a la etapa de la
Sabiduría, debería poder concentrarse, del todo, en un pensamiento y en un
trabajo: lo que hace, lo hace por completo; está libre de actitudes de espera y
ataduras para con el prójimo; no gira en torno a sus propios asuntos, sino que supera,
sin pérdida de tiempo, las dificultades que se presentan, enmendándolas, sin
reflexionar ni hablar, una y otra vez, sobre ellas.
Debe ser capaz de reconocer a su
prójimo tal y como es y no como aparenta ser; debe saber deducir de las
palabras del prójimo qué es lo que realmente piensa y siente y poder tratarlo
de acuerdo con ello, según lo requiera el estado actual de su consciencia.
La condición es que estemos libres
del amor al yo inferior humano, sintiéndonos
libres de prejuicios para con el prójimo o nuestros hermanos, así como libres
de sensaciones y pensamientos inferiores hacia ellos.
En síntesis, se debe recapacitar
sobre nuestra vida, nuestras sensaciones, nuestra forma de pensar y de hablar,
de nuestras tendencias e inclinaciones, siendo sinceros con nosotros mismos.
Si, en verdad, somos sinceros con nosotros mismos, nuestra conciencia nos dirá
lo que hemos realizado y en qué aspectos somos aún débiles y, de ese modo,
sentiremos en nosotros cuál es el paso a dar como el más adecuado en ese
momento.
3.
ETAPA DE LA SABIDURÍA
Para lograr desarrollar los
Atributos de DIOS en el ser humano, en esta etapa de la Sabiduría, debemos lograr,
en gran medida, que nuestra consciencia espiritual se haya abierto y
desarrollado adecuadamente. Su crecimiento interior se manifiesta en mantener
el equilibrio y la paz interior; viviendo en silencio interior y en armonía con
cuanto nos rodea. En cada situación obramos con moderación, sintiéndonos libres
e irradiando libertad interior. A raíz de esa realización, nuestros
conocimientos espirituales se han transformado en Sabiduría divina, pasando el
intelecto a ser algo secundario, porque ha desarrollado la Inteligencia divina
y la Sabiduría divina.
Nuestro entendimiento es ahora el
instrumento de nuestra consciencia espiritual, que ya se ha desarrollado
ampliamente. Como aquél que aspira a acercarse a DIOS, a través de su
comportamiento desinteresado, se ha desarrollado una grandeza interior y
pensamos ya muy poco en nosotros mismos.
Podemos acoger y aceptar a todos
nuestros semejantes, sin hacer ya diferencias. Vivimos y actuamos en beneficio
de nuestro prójimo y cumplimos la Voluntad del Señor, que es quien obra a
través nuestro. Trabajamos concentrada y prudentemente, planificando bien.
Pensamos, hablamos y vivimos ya, en gran medida, de forma impersonal, pues
descansamos en DIOS. Estamos libres de remordimientos de conciencia, de dudas,
de prejuicios, de bajos pensamientos humanos, de deseos y de añoranzas, así
como de opiniones, problemas y preocupaciones.
Toda vez que ya no valoramos,
calificamos, juzgamos ni condenamos al prójimo, observamos las cosas y a los
hombres en profundidad. Observamos lo que, realmente, es y se ve. Percibimos
cuál es el estado de consciencia espiritual de nuestro prójimo, manteniéndonos
en comunicación con él.
El sabio está unido a todos los
hombres y les sirve de manera, absolutamente, desinteresada. Vive de forma solidaria, en unidad con todos
los hombres y seres vivos, estando libre de ataduras humanas y unido a DIOS, viviendo,
de forma consciente, de manera fraternal en y con Cristo.
4.
ETAPA DE LA SERIEDAD
Aquél que desee empezar la etapa de
la Seriedad, debe cumplir, tanto los criterios de ampliación de la consciencia,
como los criterios de la etapa del Orden, la etapa de la Voluntad y la etapa de
la Sabiduría. Resulta indispensable la sinceridad para con nosotros mismos, con
objeto de que podamos avanzar, con paso seguro, por el camino hacia DIOS,
conducidos por nuestro Hermano, Guía y Redentor, Jesucristo.
Por ello, debemos preguntarnos a
conciencia lo siguiente: ¿Hemos entrado en el cumplimiento que trae plenitud,
pasando por la auto-experiencia y la realización de las leyes divinas que se
nos han enseñado? ¿Vivimos ya en el silencio interior y en la armonía? Si hemos
recorrido, con éxito, las etapas anteriores, nuestros pensamientos,
sentimientos y sentidos, es decir, todo nuestro ser estará orientado, en gran
medida, a lo divino.
Por consiguiente, pensemos en
nuestra vida, nuestros sentimientos,
sensaciones, pensamientos, palabras, inclinaciones y cambios de estado
de ánimo. ¿Podemos, sin esfuerzo, ordenar nuestros pensamientos, refrenar
nuestras palabras y tener dominio sobre nuestros sentidos? ¿Nos apoyamos, aún,
en nuestra manera de pensar intelectual? ¿Nos hemos convertido en pensadores de corazón, que, sienten y
captan más de lo que analizan? ¿Hemos aprendido la verdadera concentración,
conforme a la frase: lo que hago, lo hago por completo? ¿Está purificado
nuestro pasado, o bien ocupa nuestra consciencia aspectos del pasado? ¿Tenemos
aún dificultades en expresar lo que pensamos? ¿Se corresponden nuestras
palabras a nuestras verdaderas sensaciones y sentimientos? ¿Estamos libres de
ataduras y expectativas, respecto a nuestro prójimo? ¿Cumplimos, en todas las
situaciones, las facetas de la Ley divina que se nos ha enseñado? ¿Estamos en
condiciones de captar a nuestro prójimo, tal como es, y no como parece ser?
Hemos desarrollado, ya, la capacidad
de escuchar lo que nuestro prójimo, realmente, piensa y siente, y a través de
la purificación de nuestros sentidos, tenemos ya, el don de dirigirnos, de
manera impersonal, a él, de acuerdo con su estado de consciencia. Vivimos
unidos internamente y en armonía con todos, sin alimentar nuestros problemas y
dificultades, hablar de ellos o incluso pensar en ellos.
Hemos encontrado el camino del
conocimiento de la Sabiduría, siendo nuestra consciencia un cristal luminoso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario