HACIA UNA ÚNICA RELIGIÓN
UNIVERSAL O UNA SOLA FILOSOFÍA DE VIDA
En base a cuanto se ha expuesto,
anteriormente, acerca de todas las doctrinas religiosas, así como en todos los
textos sagrados del mundo, desde la antigüedad, se llega, fácilmente, a la
conclusión de que el ser humano es, básicamente, un ser espiritual que está anidando
en un cuerpo físico, y no al revés, es decir, un cuerpo físico dotado de
autoconciencia o mente individual.
Lo que acabamos de mencionar tiene
una enorme trascendencia, ya que, si aceptamos la primera premisa, estamos
considerando que la propia existencia del ser espiritual no puede ser objeto de
la evolución material o física, sino que no es más que una creación de DIOS o
el nombre que queramos darle y, en consecuencia, tiene un carácter inmortal,
por su propia naturaleza.
Si se quiere entender que no somos
más que un cuerpo físico con ciertas habilidades mentales, psíquicas o
espirituales,, podría entenderse que somos producto de la evolución, tal como
lo definió Darwin y, por tanto, perecemos o dejamos de existir al producirse la
muerte, de manera que no es siquiera necesario plantearse la propia existencia
de un Ser Supremo o DIOS. Resulta evidente que, en el plano material en el que
nos hallamos, y a la luz de la ciencia empírica, no es posible demostrar lo
primero ni lo segundo, por cuanto, prescindiendo de cualquier demostración
científica, y basándonos, exclusivamente, en nuestra propias vivencias o
experiencias, más que en lo que, comúnmente, se ha denominado, la fe, se podría
afirmar lo que indicamos seguidamente.
DIOS, que tiene infinitos atributos
divinos, en esencia, es AMOR, y, en algún momento, decidió crear a los seres
espirituales, dotados de libre albedrío o capacidad de hacer el bien o el mal,
para que pudieran evolucionar más rápidamente y tener experiencias terrestres
prácticas, dentro del plano material, creando, posteriormente, el universo
material y los mundos habitados.
Siguiendo con esa línea de
pensamiento, o Plan de DIOS, todos somos seres espirituales, inmortales o
eternos, dotados de la chispa divina en nuestro más íntimo ser, teniendo la
obligación de desarrollarla, en el tiempo, y, por tanto, a lo largo de tantas
experiencias materiales o terrenales como sean necesarias, lo que equivale a
decir vidas físicas temporales, hasta encontrar el verdadero camino de regreso
a nuestro hogar eterno con nuestro Padre celestial.
Ese camino fue, magistralmente,
enseñado a la humanidad por otro Ser espiritual, en forma humana, que, desde un
principio, demostró que era perfecto, y nos estamos refiriendo, naturalmente, a
Jesús de Nazaret.
Sin intentar, en absoluto, demostrar
que una religión, de las actualmente reconocidas en este mundo, sea superior o
no a otra, o más verdadera que otra, lo que intentamos manifestar, de forma
clara, es que todos los dirigentes de todos los movimientos religiosos o
filosóficos deberían intentar comprender cuál es nuestro verdadero papel en
esta vida, intentando contestar a las preguntas que, desde siempre, se ha
planteado el ser humano acerca de ¿de dónde venimos? y ¿a dónde vamos?
En síntesis, lo que DIOS quiere de
nosotros es que actuemos como hermanos unos de otros, interesándonos,
únicamente, por la vida espiritual, sin ambición de poder, intereses egoístas y
tantas otras actitudes humanas que nos alejan de nuestro verdadero propósito,
en esta vida, al llegar a entender quiénes
somos en realidad, procurando que toda la humanidad viva en paz, armonía y
plenitud, o si queremos expresarlo así, viviendo dentro de una sola religión o
modelo de vida universal, en íntima unión y plena felicidad con DIOS, nuestro Creador.
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