miércoles

Acotaciones espirituales: Grandes enseñanzas cósmicas de Jesús de Nazaret

GRANDES ENSEÑANZAS CÓSMICAS DE JESÚS DE NAZARET EN DIEZ PUNTOS ESENCIALES

Las grandes enseñanzas cósmicas de Jesús de Nazaret se podrían sintetizar en diez puntos, como siguen:

1º  YO SOY el alfa y omega, el principio y el fin del universo material y del reino de las almas. En mí y conmigo debéis ir madurando en la vida eterna, en la que Yo en el Padre soy, como también vosotros, conmigo, en el Padre sois. Ahí no hay ni principio ni fin, porque DIOS es y nosotros en DIOS somos; pues Yo, el Cristo de DIOS, elevo todo a la luz de la verdad.
Yo soy la Vida, el Cristo, el Hijo de DIOS. Quien me haga resurgir a mí, el Espíritu de la Vida, el Cristo, en sí mismo, habrá vuelto a hallar su herencia espiritual, que es su vida eterna. Entonces, ese ser vuelve a casa, a DIOS, el Padre Eterno, puesto que procede de Él. Todos resucitarán en mí, a todos los que crean estar perdidos, Yo los encontraré y los débiles se fortalecerán en mí, pues Yo Soy la gloria en el Padre. Él, el gran UNO Universal, me ha encargado  la misión de conducir todo lo que parecía perdido, de regreso al eterno Ser.

2º  Siendo Jesús de Nazaret, hablé sin parábolas, acerca de la Ley de la vida, a los que podían comprender. Para los que no me podían comprender, las palabras sagradas eran secretas. Por ello, una y otra vez hablé en imágenes. Sin embargo, ahora ha llegado el momento en que Yo, el Cristo, manifieste a todos la Ley de la vida, para que me encuentren, pues Yo estoy de camino para erigir mi reino sobre la Tierra. ¡Quien tenga oídos, que oiga!
Una nueva humanidad está surgiendo. Yo, el Cristo, traigo a los míos, que verdaderamente me siguen, la reforma interna, la renovación espiritual, para la vida interna. El mundo de los sentidos perece, el mundo espiritual asciende y con él todos aquellos que están orientados a mí, el Cristo. Ellos son los nobles, los que traen la vida interna, la nueva humanidad en mí, el Cristo. Muchos, que están centrados en el mundo, contemplarán el campo de la muerte y al final, entrarán con las manos vacías en ese reino de la muerte, en el que vivirán en calidad de “espiritualmente muertos”. Son aquéllos que no han sido capaces de conducir su existencia terrenal, que en la escuela Tierra han desperdiciado la ocasión de crecer internamente.
El nuevo hombre cultiva la comunidad, pues ha desarrollado el sentido comunitario, el bien común: uno para todos y todos para uno. El nuevo hombre en mí, el Cristo, no conoce la violencia, no conoce la pretensión de poseer ni el afán de poder. Es el portador de la luz, que irradia la luz e inflama con la luz de la verdad a todos los que, verdaderamente, aspiran a la verdad.
La nueva humanidad y la nueva Tierra tendrán una vibración, algunos grados más elevada, la cual ya no podrá ser alcanzada por el que está atrapado por el mundo, el codicioso, el que aspira al poder y a tener prestigio personal. La nueva humanidad la constituirán los hombres con nobleza espiritual, con valores internos, pues Yo, el Cristo, habré resucitado con ellos. El nuevo hombre, en la época del Espíritu, poseerá la Tierra. El eterno Ser fluye a través de todos los reinos y en la Tierra y quien haya despertado a la verdad, habrá despertado al SER, a la fuerza creadora y a la vida creadora que traspasa la Tierra y a los hombres que ennoblecen sus almas. Estos hombres traen los pensamientos creadores para la nueva Tierra.

3º  Captad, vosotros, hombres de este tiempo: en cuanto el hombre se da la vuelta y renuncia a la agitación materialista, va hacia el interior, al reino del silencio. Cuando apenas acaba de dar el primer paso, comprende que, ya hace tiempo que DIOS, el Eterno, le había preparado el camino. El hombre que aspira a la verdad no supera su yo inferior para su propio provecho, sino para volver a ser divino.
Venid todos a mí, pues Yo Soy la vida que os  hace ricos. Yo Soy la riqueza interna, el Cristo, que se regala a vosotros. Abrid vuestros corazones y os volveréis hombres que piensan con el corazón, que miran hacia su interior y, de ese modo, hacen venir a la Tierra el reino del interior. Yo Soy el reino del interior.
Por eso, id a vuestro interior y sabed: cada uno de vosotros es templo del Espíritu Santo. Purificad el templo; entonces, estaréis santificando vuestras sensaciones, pensamientos, palabras y obras y seréis hombres nuevos que no piensan de manera estática, sino dinámica; que traspasan las tres dimensiones, porque son hijos del Universo, hijos e hijas de DIOS, viviendo la filiación divina como tal, ya que viven en DIOS, su Padre eterno.

4º  Yo Soy todo en todo. Contempla el arbusto y me encontrarás. Alza la piedra y me encontrarás. Mira a los astros y me percibirás. Mira en lo profundo del hombre y te encontrarás a ti mismo y, por tanto, a mí, el Cristo, el Yo divino en ti. Contempla al animal y me encontrarás. Siente el viento y me percibirás. Contempla la gota de agua y te contemplarás a ti en mí, pues Yo Soy la vida en todo y tú eres la vida en todo y todo está en mí y todo está en ti.
Todos estamos unidos en Él, el gran UNO Universal, que es, eternamente, la corriente del SER y el SER personificado. En lo que ves, ahí estoy Yo. En lo que oyes, ahí estoy Yo. Yo Soy todo en todo, la totalidad. Si has despertado a la totalidad, eres el SER. Ves en profundidad el SER. Oyes el SER y hablas el lenguaje del SER. Me ves, me oyes y me hablas a mí, pues Yo Soy la totalidad en ti, en tu prójimo, en la flor, en la hierba y en la piedra. Yo Soy tuyo y tú eres mío. Yo Soy el Universo y tú eres el universo en mí. No preguntas pero sabes. No miras pero ves en profundidad. No escuchas pero oyes y sabes.

5º  No mires nunca hacia fuera, pues la luz está en ti. En ti está la verdad, que sabe todas las cosas, que conoce a todos y todo. No necesitas volver la cabeza para mirar a tu prójimo, no necesitas contemplar las cosas desde fuera, pues lo que es, está en ti. Todo lo que ves es sólo el reflejo de la verdad. Por tanto, lo que está dentro de ti, la luz, la verdad, lo que eres en el SER puro, como ser en DIOS, ha tomado en el Cielo aspecto y forma en la sustancia más pura. Lo que está en lo más interno de tu alma encarnada, en el origen primario del alma, es la luz que no puede cargarse, la verdad eterna. Es y será el SER eternamente.
Sólo una cantidad dada de energía divina fue transformada, al  abandonar un ser a DIOS, convirtiéndose en energía de la caída,  formándose los reinos de la caída y de los hombres. Esta cantidad de energía divina fue dada por el Eterno a los seres que cayeron, para mantener su vida. Es energía divina degradada y por ello, la materia y todas las energías degradadas son, solamente, un reflejo del SER puro.

6º  Quien vive en lo más interno, en DIOS, es divino. Él irradia la Ley eterna, lo puro, lo bello, el amor absoluto, el SER que Él es. El amor absoluto irradia, entonces, lo que emana de quien está pleno de DIOS, a su vez, traspasándolo. En el SER eterno viven los seres puros, teniendo en Él su existencia, toda vez que ellos mismos son el eterno SER, la Ley eterna, DIOS. Esto es, la pureza, la libertad, la belleza, lo noble y el amor desinteresado.
Los seres puros son el SER de la corriente universal, en DIOS, en el SER. Las almas cargadas, en los ámbitos de purificación y las almas cargadas y encarnadas, los hombres, no viven en calidad de SER, ni se mueven tampoco en la corriente del SER. Quien no vive en DIOS, vive en el mundo creado por él mismo, que está formado por sus sensaciones, pensamientos, palabras y actos humanos, a los que él llama su ser y su yo.
Este es el pequeño mundo del yo humano, en el que se mueve y cree tener, únicamente, ahí su existencia. Él ve sólo con los ojos de su pequeño mundo, que puede compararse con un capullo. Por eso, sólo ve la superficie de la vida, el reflejo, porque vive sólo en lo externo y se mueve sólo en su pequeño mundo, en su capullo, que él mismo ha tejido con sus sensaciones, pensamientos, palabras y actos negativos. Ese es su estado de consciencia. Los hilos del pequeño mundo de capullo son, en cierto modo, las paredes hacia las que él mira y a las que califica de “la verdad”, puesto que sólo mira hacia las paredes de su pequeño mundo propio y de su prójimo.
Por consiguiente, ve sólo en el espejo de la verdad y no ve, en profundidad, la verdad misma. Habla de la verdad y se refiere, con ello, al reflejo de la verdad, a lo que él mismo ha introducido, en aquello con lo que se ha envuelto a sí mismo y en lo que cree, porque sólo ve eso. Él cree, únicamente, lo que ve y la llama “la verdad”. En todo el Universo no hay más que un principio: emitir y recibir. Cada cual se emite a sí mismo, lo que él es, su forma de sentir, de pensar, de hablar y de actuar. El ser, que es puro, vive y obra en y a partir de la Ley pura eterna, que es la Ley Universal.

7º  El impuro vive en su pequeño mundo creado por él mismo, que está compuesto por sus impurezas, es decir, por la basura de sus sensaciones, pensamientos, palabras y actos. En este, su mundo de capullo, vive y se mueve y siente, piensa, habla y actúa tal como él mismo es, de lo cual está compuesto, a su vez, su mundo de capullo.
El hombre se ha cargado negativamente y puede compararse con una oruga. El hombre cargado –la oruga- se va envolviendo en el capullo de su pequeño mundo,  hasta que comprende que tiene que salir de él, es decir, desarrollarse, para volverse una mariposa, un ser de luz que vive y se mueve en la Ley Universal y eterna de DIOS y tiene en el Eterno su existencia terrena, en el principio universal, que es y que se denomina a sí mismo el Yo divino: lo puro, lo noble, lo bello, el amor desinteresado, la Ley Universal, lo absoluto, el eterno SER y la verdad eterna.
Por ello, toda oruga debe desarrollarse, esto es, desenrollar aquello con lo que se ha envuelto, para reconocerse en ello, para arrepentirse de lo reconocido, pedir perdón y perdonar y no volver a hacer lo reconocido. Entonces, se disuelven los hilos de su capullo; se derrumban los muros a los que el hombre había mirado hasta ahora y que él llamaba la verdad –el pequeño mundo de su yo, que sólo era el reflejo de la verdad-.
Entonces, el alma luminosa y el hombre orientado  hacia el interior, hacia el Santísimo, contempla, en sí mismo, al eterno SER, la Verdad eterna. El eterno YO divino es la verdad. Quien ha llegado a ser la verdad, es él mismo la verdad, el Yo divino, el SER, el Yo soy, la Ley eterna del amor. Con los ojos de la verdad, el hombre, también, contempla en sí mismo lo que hay en el exterior; penetra el reflejo de la verdad y, en todos los hombres, acontecimientos, conversaciones y sucesos, contempla la verdad.

8º  Ve con los ojos de la verdad, también, lo falso. No puedes ser engañado, porque Él es la verdad y ve, en profundidad, con los ojos de la verdad y todo lo dice, lo conversa y lo lleva a cabo en la verdad. Él es, por tanto, la Verdad, que es la Ley eterna del universo, en la que vive, en la que se mueve, de la que toma y con la que obra. Él es la Verdad, la Ley, en toda sensación, en todo pensamiento, en toda palabra y en todo acto.
Dado que la verdad, el SER, la Ley eterna, está en ti y lo verdadero, lo eterno, toma forma y aspecto, primero en ti y tan sólo luego, en el exterior, en tu entorno y en el mundo. Tienes que vivir en ti, en el Santísimo, que habita en ti. Por lo tanto, comprende que tú eres el templo del Uno, Santo, que habita en ti. “Habita en ti” significa que no debes permitir ningún pensamiento egoísta humano.
Toda tu forma de sentir, pensar, hablar y obrar, elévala a DIOS. Habla sólo cuando se te pregunte y, entonces, exclusivamente, conforme a la Ley eterna del orden del templo –ni demasiado ni demasiado poco; la medida está en ti-. Y cuando sea importante para tu prójimo, cuando puedas, dale dones de la vida. No preguntes por curiosidad. Si es posible, no preguntes en absoluto, pues lo que hayas de oír y saber, te lo hará llegar Aquél que habita en ti.
Y cuando tu prójimo, junto a ti, esté absorto en meditación o en pensamientos, no le dirijas la palabra para explicarle tu sabiduría humana, pues no sabes dónde se halla en ese momento, con qué o con quién está en comunicación. No molestes a tu prójimo; entonces, tú tampoco serás molestado nunca, porque te habrás convertido en la atención misma. Y cuando tu prójimo esté comiendo o trabajando, no le molestes, a no ser que tengas que comunicarle algo importante o esencial, pues tú no sabes con quién o con qué está él en comunicación.

9º  No desperdicies energía, pues, con ello debilitas tu alma y tu cuerpo. A la vez, abandonas los lugares sagrados, en lo más interno de ti, la Divinidad en ti y te sitúas fuera de ti. Entonces, empiezas a apoyarte en el templo de tu prójimo y comienzas a exigir, porque la energía de tu alma y tu energía física disminuyen.
Quien no habita en su templo, olvida, paulatinamente, que él mismo es el templo del Espíritu Santo, porque ya no respeta el orden del templo, que dice: permanece en ti. En el Santísimo experimentas y recibes todo para ti y para tu prójimo. En ti percibes todo lo que has de decir o no decir. En el Santísimo, en ti, recibes, también, las fuerzas para tu trabajo cotidiano.
Quien no mantiene puro su propio templo, construye templos externos o los sustenta con su energía, en forma de asentimiento a ritos, dogmas y cultos. Entonces, se convierte en prisionero de un orden  que no es el orden sagrado, es decir, DIOS.
Quien en DIOS, en su templo, se halla en casa, está viviendo en lo más interno, en lo más sagrado y nunca penetrará en el templo de su prójimo ni lo ultrajará. Por tanto, nunca penetres en el templo de tu prójimo con tus deseos obstinados, con tu querer, con tus ideas, opiniones y conceptos.
Nunca obres de forma determinante o exigente con tu prójimo y tampoco lo obligues a hacer tal o cual cosa. Si él satisface tu apremio, únicamente, para hacerte un favor o para que le dejes tranquilo, te habrás convertido en ladrón y saqueador, pues, le habrás robado una parte de su fuerza de vida.   

10º  Respeta el templo de tu prójimo, pues, también él ha de aprender el orden del templo y, a través de sus debilidades y errores, -que sólo ve si no le impides ver-, reconocerse y purificar aquello de lo que es consciente, para poder entrar, también, en el Santísimo, en su templo, que se va purificando cada vez más.
Si tienes en cuenta las legitimidades del orden del templo, te respetarás a ti mismo y respetarás a tu prójimo. Quien no se respeta a sí mismo, tampoco respeta a su prójimo, porque él mismo no respeta el orden del templo, o sea, la ley del templo.
El orden del templo es la ley del templo; es la ley eterna sagrada, es la vida en DIOS y con DIOS y quien respeta la ley del templo, eleva sus sentimientos, sus sensaciones, sus pensamientos, sus palabras y actos a DIOS y así está colmado de Él.

Y lo que siente, piensa, habla y lleva a cabo contiene fuerza divina. Quien respeta la Ley, DIOS es uno con su prójimo y con todo lo que es, porque aquél que respeta la Ley eterna, es el SER. Ten presente lo siguiente: tú eres el templo del Uno, Santo, que habita en ti, y, por consiguiente, mantén puro tu templo, respetando el orden del mismo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario